domingo, 14 de diciembre de 2014

El largo viaje de una ballena



 

Hoy más que nunca recuerdo las palabras de Nieves Vázquez Recio en su taller de creación literaria en la Universidad de Cádiz. “Los cuentos hay que espesarlos”, decía, y con esto explicaba que los textos escritos hay que dejarlos reposar y retomarlos cuando ya casi no son tuyos, cuando aún queda la posibilidad de cambiarles una coma, eliminar un adjetivo o modificar un párrafo rechinante. Nada puede explicar tan nítidamente este hecho como Eduardo Formanti con el título de su libro de relatos: Cuentos abandonados, magnífica obra donde se reconoce perfectamente el trabajo de refinación literaria en cada uno de sus párrafos.

 

En aquel curso que mencionaba antes, allá por abril de 2009, llegué a la conclusión de que mi novela El misterio del pozo masconato (Los años de la ballena) necesitaba ese poso a pesar de mi urgencia novata por verla publicada. Al mes siguiente la registré en el Registro de la Propiedad Intelectual (casi seis años tiene ya la criatura), pero este tiempo transcurrido no ha sido en vano. La distribución de los capítulos fue uno de esos cambios, aunque los personajes no han cambiado un ápice y las situaciones narradas son las originales. Reconozco que alguna que otra esquirla ha saltado al paso de la lima de la revisión en un trabajo lento y a veces complicado, pero son tantas las satisfacciones que estoy recibiendo ahora que os puedo asegurar que ha merecido la pena.
 
Quizás esta ballena me haya dado también alguna que otra lección de vida, bienvenida sea.

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